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ESPACIO, FORMA Y RESPONSABILIDAD SOCIAL EN EL DISEÑO ARQUITECTÓNICO

Autor: Carlos David Arcos Jácome SINOPSIS

La arquitectura social podría considerarse un tema “de moda” en nuestro medio, sin embargo, es indispensable entenderlo a profundidad para evitar caer en señalamientos radicales que anulan todo intento de hacer algo distinto a lo cotidiano.

¿Podría considerarse como social toda la arquitectura que producimos? Lamentablemente, muchos arquitectos no buscan otra cosa que construir tanto como se les permita y al menor gasto posible o, en el “mejor” de los casos, con fines netamente estéticos y/o compositivos. Las necesidades que nos rodean y las accesibles alternativas de búsqueda de soluciones nos indican que es momento de tomar partido para exigir y retomar este compromiso social de la profesión.



CONTENIDO La arquitectura social podría considerarse un tema “de moda” en nuestro medio, sin embargo, considero indispensable entenderla a profundidad para evitar caer en señalamientos radicales que anulan todo intento de hacer algo distinto a lo cotidiano. Especialmente si se trata de un modo de hacer arquitectura cuyo enfoque esencial requiere una distinción urgente en favor de procesos con enfoques realmente válidos y necesarios.

Para definir este tipo de arquitectura hace falta partir del cuestionamiento sobre el fin esencial de la arquitectura. El maestro Renzo Piano lo define simple y concisamente como “el arte de hacer refugios para el ser humano”. Esto podría ampliarse con el entendimiento de que la arquitectura debería ser ese espacio de unificación social que brinda habitabilidad y está dedicada a satisfacer las necesidades de la gente. Por tanto, ¿será entonces que toda la arquitectura está enfocada en este fin? ¿podría considerarse realmente a toda la arquitectura como social?

La realidad es que cierta arquitectura ha contribuido a que las ciudades, hoy por hoy, se hayan convertido en un lugar mayoritariamente regido por la mercantilización. De forma que muchos arquitectos no buscan otra cosa más que construir tanto como se les permita y al menor gasto posible o, en el “mejor” de los casos, con fines netamente estéticos y/o compositivos. Es así como, si retomamos la definición inicial atribuida al concepto en cuestión, resulta evidente que actualmente la arquitectura, por sí sola, definitivamente no podría considerarse como social.

Museo de Guggenheim, Bilbao. Realizado por Frank Gehry.

Hecho lamentable especialmente para el contexto latinoamericano; al tratarse de una de las regiones más condicionadas por la falta de recursos y considerada la más desigual del planeta. Esto deja claro que difícilmente nos encontraremos ante encargos millonarios como los que permitieron explayar las capacidades proyectuales de los grandes maestros del viejo mundo que tanto admiramos.

Ante estas circunstancias, ¿qué nos queda por hacer? Hay mucho por hacer, pues las problemáticas y necesidades por solventar abundan. Es entonces que una verdadera arquitectura social cobra sentido. Puesto que las condicionantes desfavorables de nuestros territorios nos llevan a plantear propuestas a partir de dos factores clave: ocupar eficientemente los recursos disponibles y fomentar los procesos participativos. Los cuales, aunque luzcan como frases perfectamente encajables en discursos edulcorados, al momento de llevarlos a cabo, no lo son en absoluto.

Proyecto parte de la serie Great Small Works. Realizado por Cameron Sinclair.

Para el primer caso es fundamental antes entender que la arquitectura social no debe ser forzada a lucir maquillajes de “pobreza” o aparentar ser vernácula. En las últimas décadas ha sido bastante común desarrollar proyectos con materiales como adobe o guadúa a pesar de estar ubicados en lugares cuyas condiciones climáticas no demandan este tipo de materiales. Tal es el grado de encaprichamiento de ciertos arquitectos hacia estos sistemas, que llevan hasta las últimas circunstancias variedad de artificiosos discursos de convencimiento. Sin embargo, lo realmente valioso de este apartado es verse enfrentado al reto de construir arquitectura a partir de los recursos que la comunidad tiene a la mano y que, en gran porcentaje de los casos, suelen ser compatibles con las condicionantes del sitio. Es precisamente en esta parte del proceso cuando el ingenio colectivo permite hallar brillantes respuestas solamente concebibles en escenarios de total adversidad. Este resultado implica la suma de voluntades en favor de un objetivo común, lo cual nos lleva al segundo factor determinante.

Aplicación de diseño participativo. Realizado por Entrepatios. (https://www.entrepatios.org/proceso-participativo/)

La última consideración para ambos factores es su difusión, puesto que, si bien existe la idea generalizada de que los actos altruistas pierden validez si vienen acompañadas de fotografías que anulan el anonimato de los benefactores, lo cierto es que este tipo de procesos requieren ser mostrados al mundo. Esta exposición debe ser una muestra de la calidad y las buenas prácticas empleadas, a fin de que puedan desencadenar en futuros financiamientos para la realización de proyectos semejantes. Por ello, es de vital importancia distinguirla de la difusión de arquitectura con rostro de “pobreza” que, lamentablemente, resulta ideal para portadas de revistas mediáticas. Lo cual termina eclipsando a organizaciones que con austeridad ponen todo su conocimiento y gran parte de su tiempo en realmente acompañar a comunidades en el proceso de materialización de sus sueños colectivos.

Por tanto, considero necesario dar mayor valor al proceso antes que al resultado, ya que la sola consideración de aquella imagen resultante no necesariamente transmite la realidad. Además, este acto de exclusividad, de cierta manera oculta la parte más extensa e importante del desarrollo del proyecto; el proceso participativo. Por supuesto, sin malentenderlo como el fin mismo, sino el medio o la herramienta para lograr mejorar el entorno de la comunidad.

Es esa constancia, representada en el trabajo diario, la que seguramente tendría mucho más valor para las nuevas generaciones de arquitectos en formación. Así que, en definitiva, no es necesario despilfarrar millones de dólares para seguir concibiendo arquitectura cuyo único objetivo es acumular más dinero y, en el proceso, olvidar a voluntad su fin esencial. Queda claro que, ante las necesidades que nos rodean y las accesibles alternativas de búsqueda de soluciones, es momento de tomar partido para exigir y retomar este compromiso social de la profesión.


Nota: Este tema ha sido abordado gracias a las sugerencias brindadas por varios colegas en mi cuenta de Instagram. Si te gustaría que abordemos un tema en colaboración, puedes escribir en mi cuenta @carlos.d.arcos, o abajo en los comentarios. #hablemosdearquitectura #hablemosde #arquitectura #urbanismo #FrankGehry #CameronSinclair #Guggenheim #Social #ArquitecturaSocial #Colectivos #Entrepatios #FredyMassad #Responsabilidad #Sociedad #RenzoPiano #Desigualdad

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