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CIUDAD EN CONFLICTO Y HUMANIDAD EN RESISTENCIA

Autor: Carlos David Arcos Jácome

SINOPSIS:


El presente artículo se opone al panorama desesperanzador del anterior. Se indaga en alternativas para ofrecer resistencia a una ciudad en crisis. Entendiendo al acto de resistir, como la preservación de la esperanza que se refleja en luchas y buenas acciones que contribuyen a que la sociedad no siga decayendo.


Bajo esta premisa, se exponen las maneras en que grandes figuras históricas se enfrentaron al sistema de la época. Jane Jacobs, Kevin Lynch, Jan Gehl, David Harvey, Saskia Sassen y Manuel Delgado, son personajes paradigmáticos cuyo pensamiento crítico sigue definiendo las nuevas formas de entender y hacer ciudad.


Finalmente se retoma la pregunta original: ¿cómo hacer ciudad? Y se responde con una alternativa que promueve el cuestionamiento permanente de los métodos de hacer ciudad. De esta manera, se podrá tener mayor seguridad y responsabilidad en nuestros actos, puesto que, con cada uno de ellos, conformamos patrones sociales propios que son una expresión de resistencia en búsqueda de una ciudad más nuestra.


CONTENIDO: En el artículo anterior se comparó a la problemática de la ciudad moderna con una ola gigante de hormigón, cuyo imparable avance nos colocaba como humanidad en un estado de tensión semejante al que transmite la famosa estampa “La gran ola de Kanagawa” de Hokusai. Aunque el panorama descrito enfatizó las consecuencias trágicas presentes en la actualidad, no todo fue incertidumbre y desesperanza, pues en su última parte se prometió mostrar alternativas que permitiesen “remar” en búsqueda de aplacar las consecuencias de la engullida que el futuro nos depara.


La gran ola de Kanagawa adaptada para retratar la situación descrita bajo el nombre de “La gran ola de hormigón”.

Ernesto Sábato, en su libro, La Resistencia, explica un panorama comparable con el descrito. De manera más elocuente y con un enfoque más amplio, Sábato explica que la sociedad se encuentra en decadencia y ha alcanzado un punto sin retorno. Por lo tanto, propone focalizar esfuerzos en aplacar las consecuencias por medio de la resistencia. Entendiendo a esta última como la preservación de la esperanza que se refleja en luchas y buenas acciones. En definitiva, resistencia puede entenderse como el acto de enfrentarse a la forma en que se están haciendo las cosas, con el objetivo de contribuir a que la sociedad no siga decayendo.


Esta referencia permite deducir el marco en el que se deberán entender los ejemplos de cómo históricamente se ha mostrado resistencia al avance de la ciudad moderna. Así que aquellas embarcaciones mostradas en la obra de Hokusai, que retratan los esfuerzos de sus ocupantes por sobrevivir a la gran ola, son representadas en nuestra historia como ilustres personajes que dedicaron su vida a criticar, oponerse y proponer nuevas formas de hacer ciudad. Entre tantos que la historia nos ha permitido conocer, por preferencia personal empezaré por una virtuosa mujer.


De izquierda a derecha: Kevin Lynch, Jane Jacobs, Jan Gehl.

Jane Jacobs fue periodista y teórica del urbanismo. En los años 60’s se opuso a la manera en que los arquitectos de la época planificaban las ciudades. Según cuenta la historia, su oposición se origina cuando una de las tantas propuestas de modernización de la ciudad planteaba atravesar con una autopista varias zonas de Nueva York y Manhattan, incluyendo el barrio en donde ella vivía. Años más tarde, por medio de fuertes argumentos en favor de los habitantes de la ciudad, le ganó la pelea al arquitecto Robert Moses, quien en aquel entonces era el constructor más importante de la ciudad, marcando un referente histórico de lucha por obtener ciudades para la gente.


La resistencia también puso al habitante como protagonista de las modificaciones de la ciudad. Fue la propuesta del arquitecto Kevin Lynch, quien en su libro La imagen de la ciudad, explica a la ciudad como una serie de elementos que hacen que un lugar sea identificable con los usuarios y sus actividades. Es decir que la ciudad ya no es un conjunto de espacios solamente entendidos por arquitectos, urbanistas o planificadores, sino que son los usuarios quienes realmente estructuran y dan significado a los espacios de la ciudad. Gracias al análisis de la manera en que la gente se movía diariamente, logró distinguir cinco elementos principales que conforman la imagen de la ciudad: sendas, bordes, hitos, barrios y nodos.


Años más tarde, el arquitecto Jan Gehl después de haber recibido una formación que partía de las formas modernas de hacer ciudad, sus circunstancias lo llevaron a verse inmiscuido en contextos multidisciplinarios. Profesionales de la sociología y psicología le señalaban reiterativamente que los arquitectos no tenían ni idea de la gente, y tampoco les importaba saber. Lo cual lo llevó a comprender que la forma de los espacios no lo era todo, pero que tenía gran influencia en la calidad de vida que tendría la gente que los ocuparía. Entonces centró su trabajo en visibilizar a la gente que habita la ciudad para conseguir ciudades más humanas. A la vez que le arrebató el protagonismo que el automóvil había tenido durante décadas al momento de planificar las ciudades.


Los cinco elementos de la ciudad, según los análisis realizados por Kevin Lynch. Ilustración de David Koo. (https://koodavid.tumblr.com/)

Paralelamente, en décadas recientes, otras disciplinas se inmiscuyen en la tarea de visibilizar las falencias que la ciudad moderna había traído a lo largo del tiempo. Fuertes críticos entre los que es indispensable distinguir por su diversidad de pensamiento a los siguientes: David Harvey, geógrafo cuyas críticas se enfocan en –según sus propias palabras– “…pretender crearle ardor de estómago a la bestia del capitalismo”, partiendo del análisis del urbanismo por medio del materialismo histórico de Marx. De manera similar, Saskia Sassen aborda su crítica a la ciudad desde la sociología, poniendo en evidencia cómo el neoliberalismo produce ciudades globales que por su poder económico ya no deben regirse a leyes nacionales; al tiempo que producen fronteras internas con las que expulsan a los más vulnerables. O el caso del antropólogo Manuel Delgado, cuyas teorías hacen visible el poco o nulo conocimiento del comportamiento humano, por parte de los arquitectos, al momento de hacer ciudad. Sus críticas plantean que el espacio público –o “la calle” como él prefiere llamarlo– no tiene por qué lucir impecable, ni logrará serlo en una sociedad capitalista. La ciudad se presenta hoy como el espacio de las inequidades y los conflictos. Por ello, lo más sensato –según él– es mostrar y entender el espacio público como lo que es, o sea, como el testimonio de las luchas sociales que marcaron la historia de una ciudad. Así, sin maquillajes de ningún tipo.


En la actualidad existe variedad de incipientes pensadores que se oponen a los paradigmas con los que la ciudad moderna fue concebida. A la vez que buscan contribuir a responder de manera alternativa a esa eterna pregunta a la que hemos dedicado dos artículos: ¿cómo hacer ciudad? Así que, una vez conocidas algunas de las maneras más destacables para hallar respuestas a la pregunta que nos atañe, resta preguntarse, ¿cómo empezar a hacer ciudad?


“Espectáculos energumenescos de gente ebria en noche plenilunada”. Pintura de Luigi Stornaiolo. El autor retrata el lado de la ciudad que nadie quiere ver, pero existe.

Seguramente una de las primeras consideraciones será partir de la experiencia de habitar la ciudad con el objetivo de nunca dejar de sentirnos humanos. Olvidar la mirada del planificador que frente a un mapa de la ciudad, traza líneas que serán avenidas, hace tachones que serán demoliciones, o esboza composiciones geométricas que serán plazas o amanzanamientos. En igual grado de importancia, la consideración del diálogo inclusivo y eficaz es determinante, puesto que su intención última es tomar en cuenta la diversidad de pensamientos que permitan llegar a acuerdos que beneficien a la mayor cantidad posible de habitantes de la ciudad.


La ciudad será siempre aquel tema eterno que no requiere respuestas definitivas, sino un cuestionamiento permanente de sus métodos y formas. Respuestas que no serán nunca manifiestos escritos en piedra, sino un palimpsesto de reiterativos acuerdos y correcciones. Puesto que, en definitiva, quien tiene la última palabra es la gente y esa maraña de actividades desarrolladas día tras día en la ciudad. Por ello, es indispensable reeducarnos en búsqueda de construir ciudades más humanas alejadas del individualismo y la competencia. De esta forma, podremos tener mayor seguridad y responsabilidad en nuestros actos, puesto que, con cada uno de ellos, conformamos patrones sociales propios que son una expresión de resistencia en búsqueda de una ciudad más nuestra.


Nota: Este tema ha sido abordado gracias a las sugerencias brindadas por varios colegas en mi cuenta de Instagram. Si te gustaría que abordemos un tema en colaboración, puedes escribir en mi cuenta @carlos.d.arcos, o abajo en los comentarios.


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