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CIUDAD: LA GRAN OLA DE HORMIGÓN QUE NOS ENGULLE

Autor: Carlos David Arcos Jácome


Sinopsis:


¿Cómo hacer ciudad? Es la pregunta que todos nos deberíamos hacer, pero a la que solo pocos le han dado tiempo para encontrar respuestas. A lo largo de la historia, han surgido múltiples soluciones a esta pregunta, sin embargo, no siempre han sido oportunas.


La suma de errores urbanísticos ha provocado un estado de tensión semejante al retratado en la estampa “La gran ola de Kanagawa”. De forma que, es aceptable afirmar que, metafóricamente, somos potenciales víctimas de una gran ola de hormigón que crece y se acerca incesantemente.


Ante esto, urgen nuevas respuestas para la ciudad que remedien la desesperación de aquel tripulante retratado, cuyas fuerzas para remar resultan inútiles para sobrevivir. El futuro de la ciudad requiere críticas al pasado que resulte en aprendizajes que contribuyan a la formación de nuevos paradigmas. Solamente así podremos alejarnos de aquella frase lapidaria del escritor Vladimir Nabokov, “el futuro es lo obsoleto en reversa”.



Contenido:


¿Cómo hacer ciudad? Es la pregunta que todos nos deberíamos hacer, pero a la que solo pocos le han dado tiempo para encontrar respuestas. Soluciones que, en algunos casos, han obedecido a circunstancias de la época, y en otros, se han ejecutado sin muchas razones más que la de una decisión totalitaria.


Fue así que –explicando con injusta brevedad la historia– la respuesta a esta pregunta inició cuando una porción de seres humanos requerían sobrevivir juntos, por lo que se agruparon estratégicamente cerca de un río de nombre Tigris, y surgió la gran Mesopotamia. O siglos más tarde, cuando asentamientos semejantes se vieron afectados por las furiosas conquistas de otros grupos con mayor ambición y menos empatía, y debieron levantar muros enormes que los protegieran. Mismos muros que, con el paso del tiempo, serían derribados a voluntad porque impedían la ventilación que tanta falta les hacía para evitar la propagación de enfermedades. La necesidad de sanear la ciudad, empezó a ser prioridad y, al tiempo que ciudades de todo el mundo derribaban sus muros, también se empezaron a llenar de parques y jardines que funcionarían como “pulmones” que limpiarían el aire.


La plaza del mercado de Nápoles durante la peste de 1656. Pintura de Micco Spadaro.

De esta manera, tras haber superado tantos males a lo largo del tiempo, empezó finalmente a construirse la denominada ciudad moderna. La cual, en sus primeros pasos, logra notables aciertos como el plan Cerdá en Barcelona. Así como también surgían ejemplos considerados desaciertos, como el París diseñado por Haussmann y su proceso de demolición de más de 19mil construcciones clásicas para ser reemplazadas por cerca de 34mil nuevas. Un enfoque materialista consecuente de –según los críticos de la época– la insensibilidad de Haussmann por el valor histórico de la ciudad, y del anhelo de control social de Napoleón III, emperador de la época.


Esta cuestionable manera de renovar la ciudad también fue pretendida por Le Corbusier, quien décadas más tarde idearía La Ville Radieuse. Proyecto que se proponía aplicar conceptos como el zoning, para –según él– organizar mejor la ciudad. De forma que se aspiraba demoler nuevamente parte de la ciudad de París y generar torres de vivienda en donde se acomodaría a toda la población del sector. Al mismo tiempo que, en su afán innovador, el mundo fuera de estas torres estaba diseñado para el protagonista de la época, el automóvil


Proyecto La Ville Radieuse de Le Corbusier. Ilustración de TheCharnelHouse. (https://thecharnelhouse.org/).

En América, la soluciones surgidas en el viejo mundo para responder a la pregunta que hoy nos atañe, también influenciaron al momento de llevar a cabo ciudades cuyas consecuencias no son muy diferentes a las ya vistas. Es el caso de Brasilia, diseñada por Lucio Costa y el centenario Oscar Niemeyer con el objetivo de ser la capital de Brasil. Sus grandes espacios públicos, monumentales edificaciones, y excesivas distancias, han contribuido a la anulación de sus habitantes. Los han reducido a individuos sin identidad, a seres anónimos que para transportarse están obligados a utilizar el automóvil. Opinión semejante a la del filósofo francés Jean-Paul Sartre, quien en una visita advirtió que la fría ciudad estaba organizando de manera excesivamente rigurosa e inflexible la vida de sus habitantes. A esta opinión se suman las de muchos detractores más que señalan a Brasilia como una ciudad sin un ápice de alma.


Después de haber visitado múltiples escenarios históricos en el mundo en donde se creyó tener la solución ideal para hacer ciudad, es momento de dar juntos un salto a nuestra época, año 2020, y preguntarnos nuevamente: ¿cómo hacer ciudad? Nuestra situación no ha variado mucho en relación a los últimos ejemplos. Aunque han surgido nuevas formas de hacer ciudad, en la mayor parte del mundo las cosas se siguen haciendo igual. Los paradigmas obsoletos que no funcionaron anteriormente, siguen aplicándose a ciegas, y contribuyendo a que el problema crezca. Tan solo que esta vez, el problema de la ciudad ya no es algo incipiente, sino un monstruo gigante que exige respuestas, una gran masa de hormigón que no cede un milímetro y estremece con su incesante avance.


En este estado nos encontramos. En una situación dramática en el que el tiempo apremia, pero las soluciones las están pensando pocos. Un estado comparable con la sensación transmitida por aquella famosa estampa de Hokusai: “La gran ola de Kanagawa”. Una imagen que transmite incertidumbre, pánico, pero sobre todo tensión de saber que un desastre está a punto de suceder. El fenómeno representado en la estampa no es un tsunami, más bien se trata de la suma de múltiples olas que al juntarse forman una masa de agua gigantesca conocida como Rogue Wave, pesadilla incluso de los grandes buques de nuestra época. De igual manera, las buenas intenciones y los comportamientos erráticos al momento de hacer ciudad, han provocado una suma de desastres urbanísticos que hoy se juntan y forman esta gran ola de hormigón que nos engulle.


(Izquierda) La gran ola de kanagawa. Estampa de Katsushika Hokusai. (Derecha) Ya que esta estampa se trata de una de las imágenes más reproducidas del mundo, por qué no hacer una que retrate la situación descrita bajo el nombre de “La gran ola de homigón”.

Urgen nuevas respuestas para la ciudad que remedien la desesperación de aquel tripulante retratado, cuyas fuerzas para remar resultan inútiles para sobrevivir. Afortunadamente, así como existieron precursores de estos desastres urbanísticos que seguramente no buscaban hacer daño (creo), sino que obedecieron a las circunstancias y nociones de lo que se consideraba oportuno en su época. También existieron y existen pesos pesados que han hecho de sus ideas, fuertes “remos” que contribuyen a aplacar las consecuencias del cataclismo. Y aunque sus vidas son finitas, sus ideas son eternas y merecen un artículo entero.


Por ello, si te preguntas: ¿cómo ayudar a remar?, la próxima entrega tendrá como tarea, detallar la manera que estos individuos han luchado o siguen luchando para que la humanidad encuentre alternativas que nos permitan sobrevivir a la gran engullida, o al menos a reducir su impacto. Mientras tanto, es el tiempo perfecto para dejar calar los pensamientos, y empezar a preparar herramientas innovadoras para enfrentar el reto que se viene. El futuro de la ciudad requiere críticas al pasado que resulte en aprendizajes que contribuyan a la formación de nuevos paradigmas. Solamente así podremos alejarnos de aquella frase lapidaria del escritor Vladimir Nabokov, “el futuro es lo obsoleto en reversa”.


Nota: Este tema ha sido abordado gracias a las sugerencias brindadas por varios colegas en mi cuenta de Instagram. Si te gustaría que abordemos un tema en colaboración, puedes escribir en mi cuenta @carlos.d.arcos, o abajo en los comentarios. #hablemosdearquitectura #hablemosde #arquitectura #urbanismo #mesopotamia

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