ARQUITECT@ DEL SIGLO XXI: ENTRE LOS DOGMAS Y LA DIVERSIDAD
- Revista Hablemos De
- 26 ago 2020
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 29 ago 2020
Autor: Carlos David Arcos Jácome
SINOPSIS:

Desde hace cierto tiempo se ha venido propagando una superficial idea acerca de la falta de empleo en el campo de la arquitectura. Este hecho, a pesar de obedecer a múltiples factores, es fundamentado por muchas solamente con la frase “es que somos demasiados”. Proseguido por la exposición de alguna cifra dramática relacionada al tema. Es así que muchas personas, bajo la misma fórmula y apoyados en la falacia de la pendiente resbaladiza, dan por explicada la razón del por qué no tenemos trabajo.
Pueden existir explicaciones más veraces y alternativas conciliables con el devenir de la profesión. Pero algo queda claro en este artículo: seguir repitiendo tratados obsoletos y descontextualizados en el tiempo, definitivamente no es el camino más adecuado para un futuro laboral favorable y peor aún para el/la arquitecto/a del siglo XXI.

CONTENIDO:
Desde hace cierto tiempo se ha venido propagando una superficial idea acerca de la falta de empleo en el campo de la arquitectura. Este hecho, a pesar de obedecer a múltiples factores, es fundamentado por muchos solamente con la frase “es que somos demasiados”. Proseguido por la exposición de alguna cifra dramática relacionada al tema. Es así que muchas personas, bajo la misma fórmula y apoyados en la falacia de la pendiente resbaladiza, dan por explicada la razón del por qué no tenemos trabajo.
Curiosamente, este discurso repetido hasta el cansancio (especialmente en redes), surge de personas que están formándose como arquitectos o, en su defecto, ya lo son. Lo que lleva a intuir que, muy seguramente, su afán crítico al sistema no implica que sean ellos quienes pierdan la oportunidad de ejercer la arquitectura. Y aunque el desempleo es un hecho evidente para todos ¿consideras pertinente creer en tal aseveración como la raíz única del problema? Posiblemente no. Por ello, quisiera poner sobre la mesa un factor (de los tantos posibles) mucho más determinante y, sobre todo, más conciliable con el futuro de la profesión. Un factor que, al mismo tiempo que explica el problema, es también una alternativa más solidaria con el prójimo y contraria a la idea de impedir la formación de profesionales para una disciplina aún en proceso de consolidación.

El gran Gaudí dijo en una ocasión: “el arquitecto del futuro se basará en la imitación de la naturaleza…” ¿Será esto suficiente? ¿así de simple? Pues las palabras del legendario arquitecto español llevan mucha razón. Sin embargo, solamente podrían referirse al diseño y la construcción, dos de los tantos caminos posibles que están a nuestra disposición dentro de la arquitectura. Esto quiere decir, en relación a la afirmación por refutar, que no somos demasiados, sino simplemente estamos haciendo las mismas cosas. O sea, obedecemos a lo que nos enseñaron y permanecemos atados a pensamientos dogmáticos.
Lamentablemente, durante nuestra formación, fuimos influenciados por ciertos docentes que consideraron aún vigentes los factores que, en su momento, condicionaron el campo laboral al que se introdujeron. Paradigmas poco útiles para una época de imparable evolución, en donde, entre tantas cosas más, la situación de la educación del estudiante de arquitectura nunca antes había sido siquiera semejante. De igual manera, somos testigos de nuevas herramientas tecnológicas, impredecibles dinámicas sociales, radicales cambios culturales provenientes de la digitalización, y un sinfín de nuevas condicionantes que ponen en evidencia que hay pocas certezas respecto al futuro de la profesión. En consecuencia, actualmente existen tantas alternativas para desarrollarse como arquitecto, pero es lamentable ver que aun así se pretenda imponer la construcción tradicional o el diseño como las únicas posibles vías para considerarse un verdadero arquitecto. Esto pone en evidencia que la diversidad profesional es un concepto ignorado pero indispensable para empezar a dejar de creer que el problema radica en que “somos demasiados”. Ya lo dijo el maestro Richard Rogers, más sabio y menos tajante: “yo me hice arquitecto porque era una disciplina muy amplia. Un arquitecto puede ser un artista, un científico, un sociólogo, un político o un empresario.
A pesar de los duros sucesos históricos que compartimos, estamos viviendo uno de los momentos más relevantes de la historia de nuestra profesión. Un proceso aún indefinido que exige profesionales que cambien los dogmas aprendidos, por un pensamiento crítico. El mundo necesita diversidad y la profesión exige cambios en su horizonte. Por medio del arquitecto que, inmerso en curiosidad investiga y se forma en campos como el Big Data, la realidad virtual, la metodología BIM, el diseño paramétrico, la economía colaborativa, la escritura, la sostenibilidad, el trabajo comunitario, etc. podremos tener pensamientos que se complementen y fortalezcan la construcción de los paradigmas que definirán el futuro.

Para lograr esto, hay dos pasos indispensables: el primero, sembrar una bien intencionada desconfianza del todo, para mostrarse críticos ante visiones inconscientemente limitadas y nada neutrales de docentes, amistades, libros, publicaciones, ídolos, y, sobre todo, de uno mismo. En un segundo momento, es fundamental dedicar tiempo suficiente al autorreconocimiento que servirá de punto de partida para generar ideas propias y conformar criterios que permitan encontrar el propósito al cual uno pretende entregar toda su vida. Propósito que puede resultar de ese “insistir en las cosas”, que tantas veces recomendó el aclamado arquitecto Aldo Rossi a sus alumnos. En otras palabras, persistir en tal búsqueda permitirá entender que el propósito trasciende al dinero, y que este es solamente un medio, mas no el fin último de la existencia. Teniendo siempre presente que las verdades absolutas no existen, que creer que existe una única forma de hacer las cosas, lo único que logra es anular toda posibilidad de aprender y posiblemente descubrir nuestra verdadera razón de ser como arquitectos.
Con todo lo dicho, es indudable que aludir a la afirmación de Guy Kawasaki, “al final, o eres diferente o eres barato”, para fortalecer la diversidad y oponerse al “somos demasiados”, también puede ser ampliamente criticado. Sin embargo, algo queda claro, y es que, definitivamente, seguir repitiendo discursos obsoletos sin antes examinarlos, no es el camino más adecuado para un futuro laboral favorable y peor aún para el/la arquitecto/a del siglo XXI.
Nota: Este tema ha sido abordado gracias a las sugerencias brindadas por varios colegas en mi cuenta de Instagram. Si te gustaría que abordemos un tema en colaboración, puedes escribir en mi cuenta @carlos.d.arcos, o abajo en los comentarios.
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