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“Architectūra” para todos.

by Carlos Arcos J. carlos794david@hotmail.com



Arquitectura, a lo largo de la historia, tantas personas creyendo comprenderla, la han definido. Algunos muy románticamente, otros más bien realistas, cito los más entrañables: “música congelada”, la llamó Schelling; “el juego sabio, correcto y magnífico de los volúmenes bajo la luz” la consideró Le Corbusier; “la voluntad de la época traducida a espacios”, la denominó Mies van der Rohe; “escultura habitada” le dijo Constantin Brâncuși; y, muy osadamente, “la madre del arte”, la creyó Frank Lloyd Wright.


Definiciones sin duda subjetivas, pero a la vez, ninguna alejada de la realidad. Sin embargo, en honor a su fiel entendimiento, seré pragmático e iniciaré su explicación a través de su definición más lógica. Qué mejor que justamente la dada por la Real Academia Española, que la define como, “arte de proyectar y construir edificios”.


Con esta premisa parto para plantear la siguiente reflexión. Si aparentemente la arquitectura es tan importante, ¿por qué es constantemente ignorada? A pesar de ser una de las 7 bellas artes, y la única de la que no es posible substraerse mientras se forme parte de la civilización, es la menos comprendida.


Parafraseando a Bruno Zevi, la mayor parte del mundo está ampliamente interesada en la pintura, la música, el cine, y demás artes. Siendo así que, resulta casi vergonzoso ser tachados de desconocer de la existencia de Pablo Picasso, Ludwig van Beethoven o Steven Spielberg. Sin embargo, les es indiferente desconocer de grandes exponentes del mundo de la arquitectura como Vitruvio, Alberti o Gaudí. Ante este desinterés compartido, cabe preguntarse, ¿puede realmente considerarse culpable al mundo? A lo que respondo enfáticamente con un rotundo, ¡NO!


Encerrados en nuestro mundo, tan solo entre rostros conocidos, nos hemos acostumbrado a derramar con lenguaje complejo, conocimientos teóricos y técnicos. Aunque seamos todos conscientes de que, si queremos verdaderamente enseñar a entender la arquitectura, debemos proponernos, ante todo, claridad en las palabras. En consecuencia, este espacio se dedicará precisamente a esta importante tarea. Sin embargo, debo ser honesto con los lectores y aclarar que estas palabras no pretenden convertirse en axiomas, sino simplemente cumplir la labor altruista de enseñar a mirar a quienes solamente ven. De tal forma que el conocimiento arquitectónico sea democratizado y se comprendan las razones que hacen de la arquitectura, una práctica no solamente necesaria para una vida plena, sino también, totalmente inevitable, debido al inherente vínculo del ser humano con sus orígenes ligados a la naturaleza.


La vida, justamente, es la protagonista del quehacer arquitectónico. En esencia, la arquitectura se dedica a brindar un espacio para proteger a los seres humanos de los elementos naturales y artificiales que pueden dañarlo. Solventar la necesidad de un refugio en el cual se puedan realizar las actividades indispensables para la vida, para lo cual, el arquitecto no siempre ha sido necesario, pues es un hecho que la arquitectura tiene orígenes de naturaleza incontaminada por la mano del ser humano. La arquitectura y la naturaleza han tenido siempre una íntima conexión, en la que la primera ha estado siempre supeditada a obedecer las reglas de la segunda. El miedo ante la fuerza de la naturaleza, se convirtió en un motor de desarrollo. Cuenta Vitruvio en “Los diez libros de la Arquitectura”, que cuando la naturaleza era hostil, nuestros antepasados comenzaron a procurarse techos construidos con ramas, y otros a cavar cuevas bajo las montañas. Por imitación a la naturaleza, específicamente a los nidos de las golondrinas, crearon recintos con barro y ramas. Así mismo, cientos de años más tarde, las columnas de los templos griegos surgieron de la imitación de los árboles. Fueron tomadas sus cualidades estructurales, sus texturas, e incluso su follaje que fue representado en los capiteles. La naturaleza ha sido siempre la responsable de brindarnos la facultad de pensar y presionarse.


La habitabilidad es importante, pues ya decía David Chipperfield, “la diferencia entre buena y mala arquitectura es el tiempo que pasas en ella”. Así pues, si una arquitectura no está bien concebida, no querrás permanecer en ella, ni un solo segundo más del tiempo que sea estrictamente necesario. Para su mejor entendimiento, recordemos juntos las tantas veces que nos hemos sentido aprisionados entre cuatro muros y un techo, cuya atmósfera nos produce total malestar, sea por malos olores, poca iluminación, adversas temperaturas, u otros tantos males. Por otro lado, es grato recordar aquellos espacios en los que nos hemos sentido maravillosamente a gusto, la claridad es la adecuada, la ventilación es la justa, el ambiente en su totalidad es tan embriagante, que deseamos nunca salir de ahí.


Para lograr que estos espacios sean considerados buena arquitectura, existen muchos factores, pero nos remitiremos a la historia para lograr una explicación bien fundamentada. Vitruvio en su libro “De architectura” señala tres principios básicos: venustas (belleza), firmitas (firmeza), y utilitas (utilidad). Esto significa que, en simples palabras, la edificación deberá ser estéticamente agradable, su estabilidad deberá estar garantizada, y deberá cumplir eficientemente la función para la que ha sido construida. Todos importantes en igual medida.


Adicionalmente, es indispensable entender que el hecho estético en la arquitectura, no es solamente un capricho. La arquitectura ha estado en constante evolución por influencia del ser humano, sus hábitos, necesidades y tendencias, mismas que han definido la apariencia de las edificaciones. Por consiguiente, debe considerársela un testimonio de la historia de las sociedades. La arquitectura siempre coquetea con las formas, sin embargo, estas formas no son arquitectura sino hasta que el simbolismo se apodera de ellas. Esto queda evidenciado por Adolf Loos, quien dijo, “si encontramos un montículo en un bosque, de 6 pies de largo y 3 de ancho, amontonado en forma piramidal, nos pondremos serios y en nuestro interior algo nos dirá: aquí yace alguien enterrado. Esto es arquitectura”. Así, la próxima vez que, por ejemplo, una iglesia aparezca ante nuestros ojos, será necesario mirar con atención, pues cada detalle, cada elemento de la fachada, es símbolo de la cultura de la sociedad que la construyó.


Antes de finalizar, planteo una última reflexión, para la cual será necesario descender a lo personal. Pues si bien ha quedado claro que, en la generalidad, el papel que desempeña una buena arquitectura es importante, será más memorable abarcar el tema desde lo íntimo. Hago referencia a la importancia de la casa como determinante de la calidad de vida de quienes la habitan. Posiblemente sea aceptable que los espacios de trabajo, ocio, estudio, etc., puedan no ser los mejores, pero la importancia de la calidad arquitectónica de una casa es indispensable. El ejemplo más palpable de esto es el que actualmente vivimos a causa del aislamiento; ¿cuánto tiempo te es posible permanecer en casa sin la urgida necesidad de, al menos, sacar la cabeza por la ventana? ¿cuánta necesidad tienes de respirar el frescor del aire que solamente puedes sentir estando rodeado de vegetación? ¿cuán abrumante es sentirte encerrado e incómodo en tu propio hogar? La calidad arquitectónica de la casa no es un lujo, más bien se trata de una decisión, decisión que, por cierto, será para toda la vida. “La casa es nuestro rincón del mundo. Es nuestro primer universo”, Gastón Bachelard.


Finalmente, insisto en aclarar que estas palabras no deberán ser entendidas como un manifiesto ni nada que se le parezca, sino simplemente como un humilde intento de transmisión de conocimientos y sentires provocados por el amor a este antiquísimo oficio. Esta sección permitirá al lector, entender el papel fundamental de la arquitectura en nuestras vidas, pues, como una expresión más del arte, merece nuestra comprensión y justa valoración. Tomando las palabras de Bruno Zevi una vez más, “la arquitectura es como una gran escultura excavada, en cuyo interior el ser humano penetra y camina”, será mejor estar listos para la próxima ocasión que entremos en contacto con ella, la podamos recorrer, sentir, experimentar, y habitar. Solamente así, seremos capaces de reconocer su belleza, indagarla, admirarla, y finalmente dejarnos llevar por las sensaciones que la presencia del arte provoca en nuestros espíritus.


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